martes, julio 26, 2005

Aidita ,los temores y los gatos.


Anoche estaba hablando acerca de mi poca memoria y lo mucho que se me escapa. Pero algo que siempre he tenido muy en cuenta es el temor de Aída al mar y a los gatos (alurofobia).
Mi conclusión para el primer temor, es que, como se aprecia en las fotos, Aidita era una bebita que se chupaba el dedo por la inseguridad que le metieron sus hermanos. Se metían al mar, y la agarraban diciendole cosas como "ahí viene el tiburón" , con el consiguiente susto de la pobre criatura. Nótese la edad de los hermanitos. Milito le decía que era marciana, por una marquita que tenemos en la oreja los Angulo (yo la tengo en menor grado y mi sobrina Leonor también la tiene). Ella se desquitaba llamándolo Emiliano Zapata. Pero estoy divagando. El caso es que , después en ese verano del 70, unos pescadores atraparon un tiburón (vaya uno a saber de que clase) y lo expusieron en la arena de la playa pública. A Aidita se le quedó la idea que el tiburón si está donde uno menos lo espera, y todo gracias a las bromitas. Por supuesto, mi padre la llevó, con todo y su dedo metido en la boca, a ver al espantoso animal, que ella recuerda como "gigantesco" (a mi todo lo que sea mayor a medio metro me parece gigantesco).
El segundo temor, creo, le fue inculcado por cierta película de los 60's llamada "La noche de los mil gatos", que , muy ad hoc con la época, trataba de un tipo lunático que atraía a su castillo a inocentes víctimas, y después alimentaba con ellas a sus mil gatos (gatos comehombres, jejejeje). El caso es que al final, se lo comen a él, por malvado, creo. La película es espeluznante.
Por si fuera poco, mi padre les contó "como 150 veces" el porqué la esquina de la 67 con 60 se llama "Esquina del degollado", pues según la leyenda, un hombre encerró a un gato y este, al verse privado de su libertad, se le fué encima y lo degolló, huyendo posteriormente.
Así, cualquiera tendría alurofobia (y mas a esa edad).
Bueno, como quedamos en que a todos les iba a tocar su momento de exposición pública, pues resulta que cuando cumplí 15 años, Aída, Verónica y nuestra amiga Patty vinieron a la pachanga, entonces, debido al insoportable calor de abril, se instaló la cama de Aidita en el garage, que tenía puerta para la calle, pero no para el patio, lo que lo hacía un lugar muy agradable para dormir. El caso es que la cama tenía su mosquitero, y todos contentos, hasta que una noche ya muy tarde, un gato del vecindario insistió en saludar a Aidita, a pesar de saber lo mucho que le temía a los gatos. Entre el pánico del gato al no ver por donde salir, los gritos de Aidita y la corretiza que se dieron ambos (huyendo uno del otro), la única que se divirtió fue Patty, que no sabía si reirse o agarrar al resbaladizo minino. Igual riesgo corría si intentaba sacar a Aída .
¿Como terminó la historia? Pues mi padre llegó a sacar al gato, Aidita cambió de habitación y justo anoche, le dije: "Por cierto, mis siete gatos te mandan saludos"

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