jueves, julio 07, 2005

Ebel en mi mente


La última imágen que tuvo en su mente mi abuela antes de morir, fué la misma que la última vez que vió su hogar: una tierra verde llamada Ebel. El último latido de su corazón le trajo a la mente el paisaje que no había visto por décadas, un villorrio perdido en las montañas, el murmullo del riachuelo, las veces que regresaba con las rodillas peladas por haberse caído corriendo detrás del rebaño. Recordaba la primera vez que vió a su primo Julián, diez años mayor que ella, sin imaginarse que años después, tendría que casarse con él, porque no tenía a donde ir, su hermano se había quedado con la casa y todo el dinero, como le corresponde en la tradición libanesa al hijo mayor. Sin embargo, el matrimonio arreglado por carta y de prisa, no le parecía tan insufrible. Julián era un hombre alto y moreno, muy serio y responsable, y lo suficientemente atractivo como para considerarlo un buen partido.
Lo único que le dolía, era que no se había celebrado a la manera tradicional, con la procesión de la novia sobre una yegua blanca adornada de la casa hasta la iglesia, el velo nupcial lleno de billetes, las donaciones, el discurso del padre de la novia...todo eso era un sueño roto. El haber sido representada en el registro civil por su propio hermano , el haber sido despedida a toda prisa para ser escoltada por una señora "respetable" hasta Beirut, en la primera escala de largo viaje a las Américas, un lugar que ni siquiera sabía donde localizar en un mapa...todo eso la acompañaba en el barco, lleno de inmigrantes, que surcó durante un mes el Atla´ntico. Todo eso lo guardó en su corazón, porque no estaba bien visto que una huérfana pobre se quejara, si al contrario, ella era muy afortunada de tener un marido esperándola en México, donde "el oro se recogía con pala en las calles".
Además, su nuevo marido tenía ya establecida una tienda, cuando otros paisanos iban de pueblo en pueblo vendiendo por abonos, o tenían sencillos puestos desmontables en la primera calle nueva de Mérida...
El mar era igual en el Líbano y en Yucatán, con ese color verde-azul , el mismo que tenían sus ojos, la temperatura era casi igual, pero la gente era diferente. Estas personas la veían como un animal extraño, su frente amplia y despejada, sus ojos claros, el castaño claro de su cabello, y sobre todo, ese idioma gutural que hablaba, la apartaban del resto. Por su mente nunca pasó la palabra "racismo", simplemente porque no existía. Ella nunca tuvo necesidad de salir al mercado o salir a trabajar, todo su mundo era su casa, el loro que cantaba en libanés, el perro que se llamaba "perro", el gato que se llamaba "gato"...
Esta tierra era tranquila, el cielo era igual de azul que a la sombra del monte Hermón, y Dios también estaba acá, en América, su esposo fué bueno con ella , y tuvo dos hijos. Cuando murió Julián, ella se confesó a sí misma que siempre lo amó, desde el momento en que escribió: Me casaré con Sahda. Que viajó medio mundo enamorada de un hombre con bigote, de buen corazón.
Y que supo que nunca jamás, regresaría a su tierra.
Todas estas cosas, toda su vida, pasó ante los ojos de Sahda mientras su corazón se detenía en un paro fulminante.
Y mientras le parecía flotar, volvió a ser la chica de trenzas largas y rodillas raspadas, corriendo entre los borregos de su padre, en un rincón muy lejano llamado Ebel.

(Capítulo 1 de mi libro acerca de las mujeres de mi familia. )

1 comentario:

Youkai dijo...

Excelentemente escrito.
Me dejó con muchas dudas y ganas de conocer más:
¿sahda es la forma libanesa de Sahara?
¿la rechazaron realmente o nomás es una proyección del "Soy diferente a los demás, soy chido (por ser extranjero en este caso) y ellos no" como comúnmente nos sucede a algunos?
¿Todo esto te lo imaginaste o cómo lo supiste? La parte del último pensamiento es evidente que es imaginación tuya, pero ¿lo demás?
A lo mejor te convendría hacer apéndices para ampliar más acerca de las tradiciones que los no tenemos ese contexto :)

Felicidades